sábado, 7 de noviembre de 2009

Lavapies: Zona sin Ley

A sólo unas calles de la Puerta del Sol, nos encontramos con uno de los barrios más antiguos y pintorescos de Madrid, quizá el barrio más castizo y tradicional, el barrio popular por excelencia.

Lavapies es uno de los barrios más visitados por los turistas, es un laberinto de viejos edificios, balcones con plantas y flores, calles estrechas y su rastro, que es uno de los mercados de objetos más grandes y famosos de Europa y muchas otras sorpresas -buenas y malas- en cada rincón.

Así es, muchos días y sobre todo los domingos por la mañana se ve gente con las cámaras de fotos o de video, paseando por las calles solitarias aledañas al rastro atestado de gente.

Yo llegué a vivir a este barrio hace diez años y me enamoré de mi calle, Mesón de Paredes, una calle empedrada iluminada por farolas, animada y llena de antiguos comercios de barrio. Además, la gente se saludaba como en un pueblo. Un verdadero lujo, vivir en el centro de Madrid y tener el ambiente cálido de un pueblo.

Además, Lavapies, ha sido siempre zona y refugio de artistas, de creadores, de bohemios. Un Montparnasse o Montmartre madrileño.

Este gusto duró poco, antes de un año, levantaron el empedrado y lo convirtieron en una burda imitación de lo que era, cambiaron los cantos rodados por adoquines, que menos mal que no se convirtieron en asfalto. Pero este no fue el peor de los cambios.

En poco tiempo, los comercios de siempre se sumaron a la vorágine oriental y en menos de dos años no teníamos ni una tienda donde comprar pan, menos mal que oriente nos ha traido de nuevo algún sustituto, aunque no sea lo mismo.

Por cualquier calle que entraras, los carteles de las tiendas tenían nombres extraños y nuevos, casi cada día. Así han cambiado de nombre, de dueño y de nacionalidad varias veces, siempre de oriente.

La apertura al mundo no es mala, todo lo contrario. Pero yo me pregunto, ¿Porqué si todos los países y ciudades, inclusive españolas, intentan rescatar y hacer brillar sus centros históricos como muestra de un pasado y una cultura, Madrid deja perder un barrio como Lavapies?

Decía que los adoquines no era el peor de los cambios, tampoco lo es la multicultura que se ha desarollado en Lavapies, esto puede enriquecer a la zona, tanto comercial, como culturalmente. Pero a raiz de estos cambios, parece que Madrid se ha olvidado del barrio.

Desde hace mucho tiempo que no se ve el vehículo "lavacalles" que pasaba varias veces por semana. La limpieza del barrio se le asigna a unos pocos barrenderos de escoba y carrito que no son suficientes.

La policia pasa veloz por una llamada de emergencia y alguna vez detiene a algún semi-inocente y presa fácil, con los fuertes no se meten, porque ¿Para qué arriesgarse en detener a alguien peligroso que saldrá en diez minutos?. Los entiendo. Fuera de esas emergencias, no se ve policia por el barrio.

Los ciudadanos 'de a pie' vemos todos los días la compra-venta de drogas en la plaza de Cabestreros y en diferentes calles, vemos atracos a chinos que trabajan de sol a sol para ganar lo que les roban, vemos hurtos y robos a tiendas a diario en plena luz del día. ¿Es que sólo lo vemos los ciudadanos comunes o debemos tomar la justicia en nuestras manos porque no tenemos otra?

Es una pena que, un barrio como Lavapies, en el que regulando el comercio, pero de verdad, promoviendo y subvencionando actividades culturales, manteniendo la limpieza -inclusive, me encantaría que se multara a quien ensucia las calles- y manteniendo una vigilancia incorrupta y constante, podría ser un gran barrio de referencia en Madrid.

También se podría ayudar a los comerciantes de siempre, los que aún tienen negocios tradicionales, con las tapas 'de toda la vida', con creaciones hechas a mano o artesanales de cualquier país

Sé que esto cuesta dinero, pero tal vez sea una inversión a medio plazo y los turistas, en lugar de llevarse una foto de montones de basura de la calle Abades o Cabestreros o un mal recuerdo, sin fotos, porque les han robado la cámara; puedan tener la imágen de esos balcones, de esas calles, de un bello momento artístico, o el conocimiento cultural o gastronómico de un Madrid multicultural y grande.

Esto es un sueño como otro cualquiera, de momento sigo orgulloso de mi barrio, que aunque yo no sea de los que nacieron aquí, me acogió y me adoptó y hoy soy parte de él.